Nace desde el llamado constante a dar valor  las áreas abandonadas de nuestra urbe, donde una platabanda utilizada para estacionamientos, se convierte en un lugar grato con una sombra propia favorable por sus dos sentidos. Se constituye por 3 elementos y se ejecuta como módulo, lo cual posibilita su replicabilidad en otros lugares.   Su centro se compone de un gavión de bolón, que oculta  una zanja de infiltración de aguas, Por una de sus extensiones de rebalse, tierra regenerada y un jardín inundable de vegetación rastrera. En paralelo,  un suelo de ladrillo  recibe la  escorrentía y actúa como pavimento filtrante, en esta grieta formada por lo vegetal y lo pétreo  encontramos el tercer elemento que compone el módulo de “sendero”, un mobiliario de ladrillo cocido formando macetas que son soporte de bancas. Las macetas contienen vegetación con diversidad de colores mientras que el suelo sustenta una vegetación de bajo requerimiento hídrico.

En el corazón de nuestra bulliciosa urbe, surge una iniciativa inspirada en el constante llamado a otorgar valor a las áreas abandonadas. Lo que alguna vez fue una simple platabanda destinada a estacionamientos, se transforma en un rincón encantador, dotado de una sombra única que acoge a los transeúntes con sus dos sentidos en armonía.

Este innovador proyecto se erige sobre tres elementos fundamentales y se presenta como un versátil módulo, listo para ser replicado en diversos puntos de la ciudad. En su núcleo, se encuentra un gavión de bolón, hábilmente diseñado para ocultar una zanja de infiltración de aguas. A través de una de sus extensiones de rebalse, emerge un paisaje que combina tierra regenerada con un jardín inundable, poblado por una exuberante vegetación rastrera.

En paralelo, un suelo de ladrillo cumple una doble función al recibir la escorrentía y servir como pavimento filtrante. En la fisura creada por la fusión de lo vegetal y lo pétreo, se revela el tercer componente que da vida al módulo “sendero”: un conjunto de macetas elaboradas con ladrillo cocido, estratégicamente dispuestas para sostener cómodas bancas. Estas macetas no solo actúan como elementos decorativos, sino que también albergan una variada gama de plantas, añadiendo un festín de colores al entorno, mientras que el suelo circundante sostiene una vegetación de bajo requerimiento hídrico.

Este concepto ingenioso no solo revitaliza un espacio antes olvidado, sino que también ofrece una solución modular y replicable que puede transformar otras áreas desaprovechadas de la ciudad. Más allá de su función estética, este proyecto representa un paso audaz hacia la creación de entornos urbanos sostenibles y estéticamente agradables, donde la naturaleza y la arquitectura coexisten en perfecta armonía.