por Rosa Chandia Jaure.
El agua es causante de grandes transformaciones de la morfología terrestre. La erosión que produce al fluir con potencia sobre el suelo por acción de la fuerza de gravedad, provoca los arrastres de materiales; es la responsable de la formación de mesetas, cañones y montes. Y puede provocar las grandes inundaciones en aquellos asentamientos humanos que no reconocen estas características del territorio. Junto a otros fenómenos climáticos, el agua es la responsable de los aluviones de tierra, pudiendo provocar desplazamientos de material a una velocidad entre 20 y 60 km/h., generando depósitos de material que pueden alcanzar entre 2 y 6 metros de profundidad, tal como ocurrió con el Aluvión de Antofagasta, en Chile en 1991.
Es así como también el agua en la configuración espacial de las ciudades juega un papel decisivo, sus trazas definen caminos, espacios de protección y espacios que posibilitan la habitabilidad de un lugar. Tal como señala Beltrán-Caballero, el agua es tan relevante en la construcción del paisaje, que en el caso del Cuzco por ejemplo – al igual como muchas otras ciudades- es el instrumento vertebrador del territorio, donde “las infraestructuras construidas permiten establecer una secuencia donde los canales llevan a las terrazas, andenerías y campos de cultivo.; los campos de cultivo se vinculan con los asentamientos donde habitaban los agricultores, y finalmente los asentamientos contextualizan la red de caminos que dan accesibilidad al territorio” (Beltrán-Caballero, 2013, p. 208)
Esta condición estructuradora de las trazas de agua ya ha sido también demostrada en la configuración espacial originaria de las ciudades, las cuales siempre muestran rastros de sus primeros asentamientos, donde se adapta su localización y organización en el territorio según la geografía en torno al curso de un río. Para el caso de la ciudad de Santiago de Chile, por ejemplo, el arquitecto Jonás Figueroa ha investigado las relaciones entre las calles y el agua – sus antecedentes históricos, su geometría y su toponimia-, exponiendo que la ciudad instaurada en el periodo colonial, tiene un estrecho vínculo con el Río Mapocho, sus ramales y sus canales de riego (Figueroa Salas, 2009). El pasado agrícola de la periferia central de Santiago, definió esta matriz de canales matrices y acequias que distribuían el agua por gravedad hacia los predios agrícolas; los cuales una vez que desaparecen porque son ocultados bajo la superficie, para priorizar otras funciones de la ciudad dejando el rastro en las calles por donde circularon en un comienzo, cursos de agua. Ejemplos de estas calles – canales, los encontramos en la calle Brasil, o en la Avenida 10 de Julio, por donde aún actualmente circula en forma subterránea el Canal San Miguel.
Los espacios no edificados con presencia de algún ecosistema cumplían funciones productivas reguladoras del medio ambiente, favoreciendo la presencia de humedad, regulación de las temperaturas, absorción de dióxido de carbono, junto con el drenaje de las aguas superficiales hacia los suelos profundos, en una combinación equilibrada de las funciones ecológicas del territorio, para el resguardo de los suelos aptos para la agricultura. La gestión local del agua permitía el control de las escorrentías, mientras que los excedentes del agua filtraban a través de la tierra con una pérdida mínima y un máximo beneficio para la recarga de acuíferos.
En el tiempo, a raíz de la industrialización, la ciudad fue experimentando grandes transformaciones, expandiéndose y volviéndose compleja. Las funciones productivas y ambientales que aportaban entonces las trazas de agua, fueron desapareciendo: las zonas que permitían la laminación del agua, o las áreas de drenaje natural se fueron impermeabilizando. El agua lluvia -y su pureza- es evacuada fuera de las ciudades donde se combina con agua contaminada.
Según Manuel Guardia, comisario de la Exposición “La revolució de l’aigua a Barcelona” (Guàrdia i Bassols, 2011) el problema mayor es que junto con la revolución industrial y la revolución urbana, a partir del siglo XIX se produce también una revolución del agua, que modifica estructuras para el abastecimiento y uso, que posibilitaron la manera en que las sociedades industrializadas comenzaron a gestionar sus recursos y como consecuencia de esta gestión, se rompieron los equilibrios existentes entre el agua y la ciudad, además de modificarse la relación cotidiana de los habitantes con el agua.
En medio de esta especialización del conocimiento y centralización de los procesos, los habitantes y las comunidades han experimentado progresivamente un incremento en su desconocimientos sobre el comportamiento de los flujos del agua, tanto para entender sus dinámicas y crear mecanismos de protección frente a las alteraciones en la morfología del territorio, como también entender sus reglas físicas y químicas para lograr un máximo aprovechamiento del recurso dentro del equilibrio entre la energía invertida para la utilización racional del ciclo del agua y las ganancias obtenidas, aumentando la productividad en el tiempo.
Actualmente el cambio climático nos ha vuelto a alertar sobre la importancia de recordar esta relación entre el agua y el territorio. En el caso de Santiago de Chile, se han presentado periodos de intensas sequías que han dificultado la recarga de acuíferos -los cuales a su vez se encuentran sobreexplotados por consumo excesivo- o bien se presentan episodios breves de intensas lluvias sobre suelos impermeabilizados, provocando una serie de conflictos asociados a inundaciones esporádicas y deterioro de la infraestructura urbana. Desde la percepción de los habitantes de los barrios, las aguas lluvias pasaron en el tiempo, de ser fundamentales para la hidratación de los suelos, a ser vistas como un problema asociado a las inundaciones que se producen por la impermeabilización del suelo urbano.
Las predicciones climáticas indican que los periodos de sequía y las intensas lluvias por breves periodos de tiempo se intensificarán. Es muy probable que el clima futuro de la ciudad de Santiago sea más parecido al clima de la ciudad desértica de Copiapó. En este contexto, resulta fundamental promover estrategias de diseño que apunten a la preparación de la ciudad, para que estos fenómenos sean amortiguados. Además plantea el desafío de re educar y concientizar a la población sobre la importancia que tiene la gestión eficiente del recurso hídrico frente al cambio climático.
Entre las acciones globales que se han reconocido como necesarias para enfrentar el cambio climático, está la importancia de recuperar los mecanismos de adaptación local, a partir del reconocimiento de la topografía, el suelo, la vegetación, el agua y el clima en la mantención de los equilibrios de los ecosistemas urbanos. Esto implica dotar de herramientas y habilidades a las comunidades locales en relación al agua, tanto para enfrentar los crecientes periodos de sequías, como también para evitar la impermeabilización de los suelos, favoreciendo la recarga de acuíferos urbanos, mediante micro acciones colectivas que construyen en conjunto, un mapa de intervenciones replicables en toda la extensión de la ciudad.
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Esquema de la organización de captación, distribución y reparto del agua en Santiago de Chile.
Referencias Bibliográficas.
Beltrán-Caballero, J. A. (2013, octubre 25). Agua y forma urbana en la América precolombina: el caso del Cusco como centro del poder inca. Universitat Politècnica de Catalunya. Recuperado a partir de http://upcommons.upc.edu//handle/10803/130017
Figueroa Salas, J. (2009). Las aguas en la estructura urbana de Santiago de Chile. Hacia un urbanismo de fluidos. Boletín CF+S. Madrid: Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Recuperado a partir de http://habitat.aq.upm.es/boletin/n42/aa-jfig.html
Guàrdia i Bassols, M. (2011). La revolución del agua en Barcelona : de la ciudad preindustrial a la metrópoli moderna : 1867-1967. Barcelona : Ajuntament de Barcelona. Recuperado a partir de http://cataleg.upc.edu/record=b1409357~S1*cat
Cómo citar este artículo: Chandia-Jaure, R. (2018). “La revolución del agua en la ciudad. ¿dónde estamos?”. 21 de octubre de 2018. Disponible en www.aguasdebarrio.cl
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